Hay responsabilidades que llegan con los años. Jesús Parra las encaró desde muy pequeño. A los siete años se subió a un autobús esperando bajarse todos los días con dinero para comida y las medicinas de su mamá. Y hoy, a los 15 años, recita de memoria la Lopna mientras embolsa paquetes en un supermercado de la urbanización Las Acacias, en el estado Trujillo.
"Mi mamá sufre de una desviación en la columna. Desde los siete años me ha tocado meterle el pecho a la vida. Mi primera visión del trabajo fue buena porque el conductor de la buseta me dijo: Si no estudias no te doy trabajo. Eso es lo quiero, que nos ganemos la vida sin ser parte de los problemas", dice el adolescente.
Parra es el vocero de la Coordinación Regional de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores, que reúne a muchachos de Lara y Trujillo, quienes reclaman igualdad de beneficios laborales. Hoy se celebra el Día Internacional contra el Trabajo Infantil, una fecha que confronta los ideales legales con la realidad de la pobreza. "No se conoce en un contexto específico lo que son los niños trabajadores. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que los niños no debemos trabajar pero no puedo dejar de hacerlo porque represento el ingreso económico de mi familia. Tengo el corazón como dividido: me gustaría que no hubiese trabajo infantil pero sé que hay infinidad de niños y adolescentes que necesitamos llevar dinero a nuestras casas", señala Parra.
De acuerdo con el último informe de Unicef (1999-2005), en Venezuela 8% de la población infantil ejerce laboralmente. A juicio de Mercedes Morales, coordinadora del programa Proyección a la Comunidad, de la UCAB, en esa cifra no se incluyen los modos de empleo menos visibles como los niños y niñas que deben cuidar de sus hermanos y hermanas o hacer los oficios de la casa. "Esa categoría es la que más ocurre en el país y nadie dice que eso es trabajo", indica la especialista.
(El Nacional, pp. C-1, 12/06 – Leidys Asuaje)
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