Asociación Muchachos de la Calle

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4 de agosto de 2017

Niños ¨martires y el olvido de los hipocritas'' Milagros Socorro

@MilagrosSocorro Héroes | Mártires | Neomar Lander | Protestas | Se acumulan los nombres de muchachitos asesinados en protestas, 22 según Cecodap. Vidas que se desparramaron en el asfalto de la lucha contra desalmados. Homenajes se suceden y frases hechas se vociferan, pero esconden una realidad: son niños que mueren, más que mártires o héroes Una pregunta para quienes hablan de los “guerreros”, los “libertadores” y los “chamos cuyo sacrificio no será olvidado jamás”: diga el nombre completo de tres niños muertos en las protestas de Venezuela. Le pedimos tres. Ya. Dígalos de corrido, sin echar mano a su teléfono para buscarlos en Internet. Muy pocos responden con aplomo. La inmensa mayoría, incluso de quienes se proclaman fanáticos de los muchachitos con escudos de cartón, son incapaces de recitar los nombres de tres adolescentes asesinados por la represión. Y, según la ONG Cecodap, hasta este jueves 3 de agosto, ya se habían registrado 22 muertes violentas de adolescentes. Bryan David Jiménez Principal, de 14 años. Cayó el 11 de abril, en la urbanización Alí Primera, Barquisimeto. Carlos José Moreno Barón, de 17. Herido fatalmente en la cabeza con arma de fuego durante una manifestación en San Bernardino, Caracas. El 19 de abril. Albert Alejandro Rodríguez, de 16 . Murió asfixiado con gas lacrimógeno, en El Valle, Caracas. El 20 de abril. Yorgeiber Rafael Barrena Bolívar, de 15. Sucumbió a una descarga eléctrica en una panadería en El Valle, Caracas. También el 20 de abril. Jackson Enrique Hernández H., de 16. Lo mató una bala en Capacho Nuevo, Táchira. El 25 de abril. Armando Cañizález, de 17. Su vida fue segada por trauma penetrante en el cuello, en Las Mercedes, Caracas. El 3 de mayo. Jesús Armando Alonzo Valera, de 15. Recibió un disparo en la cabeza cuando miraba a sus vecinos robando mercancía de una carnicería, en Carabobo. El 4 de mayo. Luis Alviárez, de 17. Una metra le destrozó el pecho. En Táchira, el 15 de mayo. Yeison Nathanael Mora Cordero, de 16. Lo hirieron para matarlo, en Pedraza, Barinas. El 16 de mayo. José Francisco Guerrero, de 15. Lo mataron de un balazo, la noche del 16 de mayo. Daniel Rodríguez, de 17. Otra bala apuntada a la cabeza. En Santa Ana, Táchira. El 18 de mayo. Neomar Alejandro Lander Armas, de 17. Alguien calculó cómo meterle un proyectil en el pecho. Lo mataron en Chacao, Caracas. El 7 de junio. Fabián Alfonso Urbina Barrios, de 17. Otra bala certeramente enviada al tórax. Estaba en una manifestación en la autopista Francisco Fajardo, Caracas. Rubén Darío González Jiménez tenía 16 años cuando una bala lo mató. Oswaldo Rafael Britt fue arrollado por un camión de Hidrobolívar, en Ciudad Bolívar, a sus 17 años. A Jean Luis Camarillo de Luque la vida se le fue por una tronera en el pecho, cuando manifestaba en La Pomona, Zulia Tenía 15 años. Jean Carlos Aponte cayó a los 16, en Petare. Glimber Terán fue asesinado mientras caminaba cerca de una protesta en El Paraíso, el 26 de julio, cuando tenía 16 años. Luis Ortiz cayó en el Táchira a los 17 años. A Adrián Rodríguez le dieron un tiro en la cabeza, a los 13 años, también en Táchira. Daniela de Jesús Salomón Machado fue asesinada en San Cristóbal, el 31 de julio, a la edad en que las muchachitas celebran fiestas de 15 años. El alto porcentaje de disparos a la cabeza y al pecho despejan toda duda: fueron asesinatos perpetrados con cálculo y por asesinos fríos muy bien entrenados. ¿Sabían estos niños a lo que se enfrentaban? ¿Están conscientes los menores, y quienes deben orientarlos, de que se enfrentan a un adversario terriblemente peligroso y sanguinario?, ante quien ninguna precaución es poca. interna Más de dos decenas de niños muertos en tres meses tienen que constituir una advertencia muy seria, sobre todo para quienes teatralmente hablan de heroísmo, de víctimas propiciatorias, de memoria eterna para estos adolescentes. La verdad es, como dijimos, que a pocas semanas de estos horribles asesinatos muy pocos recuerdan sus nombres y sus caras de niñitos. Pero cierta propaganda frívola sigue urdiendo un mito según el cual a mayor cantidad de muertos más cerca estará la salida de la crisis en Venezuela. Una mentira vil. Muchos de estos muchachos, por no decir que todos, fueron a la muerte sin sospecharla. Sabían, naturalmente, que corrían un gran riesgo. Precisamente por eso se expusieron, porque el peligro les resulta excitante a los adolescentes, mucho más cuando están en grupo. Está científicamente comprobado que, cuando los adolescentes están con sus amigos, su sistema de recompensas se aviva todavía más. Comprenden el riesgo, pero encuentran muy gratificante impresionar a sus compañeros. No por nada, los adolescentes tienen cuatro veces más probabilidades de verse involucrados en un accidente de tránsito y de todo tipo, en realidad (con excepción de los laborales); y los conductores de 17 a 25 años tienen una tasa de accidentes que supera más tres veces la de aquellos con más experiencia. Tienen, además, un sentimiento de omnipotencia capaz de dominar sus cuerpos, en pleno asalto hormonal. Son cambiantes, impulsivos, temperamentales, se meten en problemas y, lo más graves, están convencidos de que la muerte no es para ellos. Eso es para los ancianos de 28 años, pero no para ellos. “La adolescencia –dice el doctor Steinberg, investigador del cerebro adolescente– se caracteriza por una sensibilidad máxima del cerebro a la dopamina, un neurotransmisor que activa los circuitos de gratificación e interviene en el aprendizaje de pautas y la toma de decisiones. Esto explica la rapidez de aprendizaje de los jóvenes y su extraordinaria receptividad a la recompensa, así como sus reacciones intensas y a veces melodramáticas ante la victoria y la derrota”. Es evidente que, al fracasar las negociaciones, el país se encuentra a las puertas de un recrudecimiento de la violencia y la represión. El propio Maduro ha vociferado su intención de radicalizar las causas que tienen al país protestando en las calles. Y tenemos razones para pensar que las fuerzas represivas no tienen límites en su crueldad, en la voracidad con que roban y la facilidad con que asesinan. Tenemos, pues, que pensar en métodos de protesta y “de calle” que disminuyan todo lo posible los peligros fatales, que son muchos. Y, definitivamente, no se debe seguir atizando la ficción que atrae a los adolescentes a una muerte que ni han calculado ni tendrá ninguna utilidad, ni será recordada por nadie, salvo sus padres. Relacionados Luces en medio de las tinieblas A propósito de los chavecitos de esquina Lo que va a ocurrir este 16 de julio A patadas contra todo “Pa’ que aprenda” Fuente:

1 de agosto de 2017

Regresaron los Niños de la Calle, Deanna Albano

Regresaron los niños de la calle En los años 90 en Venezuela se hizo evidente la presencia de niños y niñas en las calles de las principales ciudades como resultado de la crisis de estructuras sociales y familiares, y como último eslabón de una cadena de pobreza, como símbolo de la exclusión de las instituciones tradicionales: la familia, la escuela, los centros de atención, la comunidad. Los muchachos de la calle, el sector de la población más vulnerado en sus derechos en cuanto a educación y servicios básicos, pierde oportunidades de formación y capacitación, y su nivel de escolaridad es muy bajo y por ende menos capacitado para el trabajo. En definitiva son niños en lucha por la sobre vivencia en un medio urbano, y por ello se ven obligados a recurrir a estrategias, tan diversas que van desde la mendicidad hasta casos extremos como la ocurrencia de hechos ilegales, en la mayoría de los casos inducidos por adultos. Sin embargo, desde un punto de vista educativo todos conforman parte de los niños ausentes, en mayor o menor grado, del sistema escolar es decir que no están a cargo de ninguna institución para su formación e integración. (UNESCO, 1995:17) En la calle un “circulo vicioso” rodea a estos muchachos, empezando por el adulto que lo induce a cometer delitos, la madre que le acepta el dinero y objetos para la casa, como la nevera que siempre soñó, sin preguntar el origen del dinero. El policía que le quita la mercancía o el dinero sustraído, y lo deja ir libre. El comerciante comprador de los objetos robados. El de la recuperadora de metales le compra los objetos y le paga con drogas. Cuando el muchacho es detenido, muchas veces sin entender el porqué, es recluido en una institución que no tiene talleres de formación laboral, no tiene espacios educativos, no tienen biblioteca y mucho menos personal especializado para atenderlo En esa institución son violados sus derechos a la salud, a la educación, al uso del tiempo libre. Y un elemento importante se olvida su condición humana. El Estado intentó abordar esta problemática, hubo una considerable movilización de recursos humanos y financieros, los esfuerzos fueron visibles y notorios. En la década de los noventa hubo una explosión de acciones, intervenciones, proyectos, programas, planes de política social a favor de la infancia. Con el propósito de proporcionar un marco legal al niño y adolescente, se promulgaron leyes, surgieron y se desarrollaron importantes contribuciones a la definición de políticas públicas para la protección de la infancia y la familia. Igualmente hubo una efervescencia de modelos de intervención. Numerosos congresos, sobre los derechos de los niños, seminarios, foros, innumerables folletos, trípticos, videos, dieron cuenta de una gran cantidad de proyectos a favor de los niños de la calle. Sin embargo la mayoría de estos programas no arrojaron los resultados esperados, algunos fracasaron u tuvieron que reformular sus objetivos. El motivo fundamental fué la ausencia de investigaciones que proporcionaran la información necesaria para prevenir la situación de los niños que hacen de la calle su forma de vida. Por otra parte la promulgada Ley Orgánica de Protección para el Niño y Adolescente ( LOPNA 2000) que si bien es bastante completa en su formulación, y hay que reconocer que la LOPNA representa un avance jurídico incuestionable, sin embargo en la práctica sostenida a través de los últimos años, la situación de la infancia y adolescencia y en especial de los niños de la calle y de los niños trabajadores en la calle Si bien el conocimiento de los niños en circunstancias especialmente difíciles aumentó, por otra parte se acentuó la brecha entre la magnitud del problema y la capacidad de respuesta de los organismos competentes. Pero además con la primera reforma de la LOPNA, en 2007, se eliminó la participación de la sociedad civil, se aniquiló el Sistema de responsabilidad penal del adolescente, y como consecuencia: no mejoraron las condiciones que enfrentan los niños y adolescentes en conflicto con la ley, que requieren de una medida de privación de libertad. No se garantiza un mejor trato para ellos de parte de las autoridades policiales y las mismas no están capacitadas para la atención a estos adolescentes. No se cuenta con instituciones, locales y personal especializado para una adecuada atención de esta población y tampoco se cumplen las medidas no privativas de libertad que establece la LOPNA, Tampoco se asignaron recursos suficientes para atender con programas y proyectos no sólo a este grupo complejo en formación humana, sino que el resto de iniciativas para la prevención con políticas educativas, sociales, asistenciales, recreativas y culturales, fueron desmanteladas en toda su concepción administrativa y jurídica. Con la segunda reforma de la LOPNA en 2015 en lugar de fortalecer el Sistema de Protección, sucedió todo lo contrario y se debilito mucho más, y lo más grave se esfumó la responsabilidad de un ente Rector encargado del diseño de politicas publicas a favor de la niñez, y mucho menos de evaluar los programas. . A lo largo de los últimos años aparentemente disminuyó el interés hacia los niños de la calle, al cambiar de nombre hacia niños de la patria. Esta población perdió visibilidad, por la brutal represión de la policia y los muchachos se replegaron a los barrios. Aumentaron los homicidios de niños y adolescentes. En fecha reciente 19 de Marzo un hecho lamentable acaecido en horas de la madrugada en el bulevar de Sabana Grande, cuando un grupo de niños y adolescentes presuntamente involucrados en la muerte de dos funcionarios de la Guardia Nacional, fueron detenidos por las autoridades. La adolescente supuestamente implicada fue reseñada por los medios impresos esposada y con la cara descubierta, contraviniendo lo establecido en el Articulo 65 de la LOPNA y vulnerando sus derechos de privacidad. Lo más grave fue la falta de ética de supuestos periodistas al reseñar la noticias con infelices y desafortunados titulares. El drama de los niños de la calle, convertidos por la prensa, en sanguinarios vicitimarios, irrumpió en la conciencia de la sociedad, ocupando multiples espacios, pero nadie se preguntó: ¿Dónde están esos programas gubernamentales que efectivamente encaucen a nuestros niños, niñas y jóvenes a ser verdaderos revolucionarios de la cultura de la vida, de la paz, del progreso y no de la cultura de la muerte que los lleven a matar, a delinquir, a tomar las armas para defender una patria que los asesina cobardemente y los priva de la posibilidad de vivir? Este pequeño grupo niños y adolescentes privados de sus derechos a la vivienda, salud, educación, a vivir en familia y ahora despojados de sus necesidades de un juicio justo y sin derecho a la defensa, lamentablemente no serán atendidos por un personal especializado, ni serán referidos a una institución adecuada porque simplemente no existen.