Asociación Muchachos de la Calle

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10 de septiembre de 2015

Miles de menores huyen solos hacia Europa Son chicos de entre 15 y 18 años,

Miles de menores huyen solos hacia Europa Son chicos de entre 15 y 18 años, a menudo víctimas de abusos y de los traficantes Decenas de miles de personas intensifican la ola migratoriaDentro de la marea de refugiados que llegan a Europa hay miles de menores que viajan sin padres y que se dirigen a Austria y Alemania. “En lo que va de año, Berlín ha recibido a más de 1.000 menores refugiados no acompañados”, anota Robin Schulz-Algie, de la ONG Save The Children, quien admite que su organización no tiene un programa para atender a estos jóvenes. En Suecia, los centros de acogidas calculan que cada semana llegan 700 niños no acompañados, en condiciones siempre desesperadas. Todas las entidades que trabajan para ayudarles coinciden en que se trata del grupo más vulnerable entre los refugiados, víctimas de abusos y de las redes de traficantes de personas, por las que tal vez acaban incluso trabajando. Los menores no acompañados son en su gran mayoría varones de entre 15 y 18 años, y viajan con amigos o hermanos, explica el representante de Unicef en Skopje (Macedonia), Bertrand Desmoulins. Son la parte menos visible de la tragedia de los refugiados, puesto que se mezclan con otras familias y se confunden en la muchedumbre. En Macedonia, según cifras oficiales, los chicos refugiados sin padres son 942, pero es probable que sean muchos más. “La mayoría de ellos no desea que las autoridades les registren como tal. Quieren moverse rápidamente y temen que vayan a retrasarles el viaje”, declara Kate O'Sullivan, que trabaja para Save The Children en Grecia. Al final del año pasado, solo en Alemania había 17.000 niños y adolescentes refugiados sin familiares, añaden otras fuentes de la ONG, que en 2013 calculó que habían llegado 5.858 chicos y 726 chicas a Europa sin protección familiar. Algunos tuvieron incluso que pagarse la travesía a Europa trabajando para los traficantes de personas. Un adolescente eritreo de 16 años contó a la ONG que le obligaron a trabajar en un campo en Libia, que le pegaban y que una noche, debido a los golpes, le rompieron un brazo. Otro joven cayó en una red de traficantes en Turquía. El chico acabó al timón de una barcaza hacia Grecia. Así se pagó el billete para Europa y los traficantes no corrieron el riesgo de ser arrestados. La travesía de estos chicos perdura también en suelo europeo. “Al llegar a Grecia, duermen en campamentos desbordados, o en calles y parques públicos, sin tener acceso suficiente a agua, alimentos y servicios básicos. La situación en las islas griegas se ha deteriorado. Hay miles de personas y la violencia aumenta, y los chicos están atrapados en todo esto, tanto los que viajan solos como los que tienen familia”, explica O'Sullivan. Según los testimonios, muchos menores en los centros de acogida prefieren no comer durante días, o evitar ir al baño por miedo a sufrir violaciones. Las rutas de la inmigración hacia la UE Maite Pacheco, directora de Sensibilización y Políticas de Infancia en Unicef España, admite que en muchos casos estos menores emigran con el permiso de los padres. Andrés Conde, director general de Save The Children, expone las razones de esta difícil elección: “Son adolescentes que para los padres ya son casi adultos, y que, frente a la situación de violencia que viven en sus países, les apoyan en su decisión de emigrar. Se trata de una decisión sumamente dolorosa para ellos”. Conde dibuja el escenario al que se enfrentarán estos jóvenes en países como Austria o Alemania: “El fenómeno está desbordando las capacidades de alojamiento de los países ricos”, y, si Europa no reacciona rápidamente, estos menores acabarán acampando en polideportivos o en estaciones de trenes y autobuses de las ricas ciudades del norte de Europa. La agencia de la ONU para los menores insta a Europa a actuar de forma rápida para alojar a estos jóvenes y garantizarle asistencia sanitaria y educativa. Las autoridades tendrán que discernir, como con los adultos, entre los que tienen derecho a asilo y los que emprenden el viaje por razones económicas. Pacheco puntualiza este aspecto: “Ninguno de estos menores que viaja solo o con amigos desea emprender el viaje, son el producto de la guerra y de la crisis que se vive en su país de origen”. Para la dirigente de Unicef la imagen de la tragedia es una foto: unos chicos que sujetan un cartel que dice “Por favor, parad la guerra, y no nos tendréis en Europa”.

8 de septiembre de 2015

David: unahistoria de novela,pero real - Luisa Pernalete

La verdad es que no se llamaba David, pero siempre que pensaba en él, ese era el nombre que se me venía a la mente: David contra Goliat, y así como en la biblia, el pequeño venció al gigante en esta historia real. “Venao” , le decían por sus ojos de guarapo de limón con panela, cuando de adolescente vivió un par de años en las calles de una ciudad del occidente del país. Si, el protagonista de esta historia fue un niño dela calle. “¡No pregunte más! Nací un 31 de julio, con l, y mi mamá se llamaba María”. Así despachaba autobiografía en un primer contacto. Era muy serio y trabajador. Su primera cicatriz se la hizo cuando pequeño cuidaba animales en una hacienda y se había escapado un becerro. “Me enredé en una cerca de alambre, ¡pero lo encontré!, se lo pedí a José Gregorio Hernández” Siempre le tuvo mucha fe a José Gregorio “El habla con Dios y resuelve”, me dijo un día. No sé de dónde lo había aprendido, pero sabía el Padrenuestro. Su infancia como sacada de un cuento de Charles Dickens, estuvo llena de malos tratos, humillaciones, abandono… su adolescencia no fue distinta. Es posible que hubiera heredado de su madre una enfermedad neurológica que le impedía manejar sus emociones adecuadamente. “Tengo como un demonio por dentro” dijo un día como implorando ayuda, le convencí de verse con un neurólogo. “Irritación en la corteza cerebral. No se cura pero se trata. Debe medicarse de por vida”. Fue difícil aceptar esa enfermedad, la fue asumiendo poco a poco. Ese “demonio” le había dado muchos sufrimientos pues no controlaba sus rabias. El cuento es largo, pero para que se crea en milagros, David encontró manos extendidas y a los 16 años aprendió a leer y escribir; Fe y Alegría lo aceptó en un Centro de Capacitación, aunque no tenía papeles de ningún tipo. “Ese muchacho es muy disciplinado” dijo el instructor de mecánica. Había prohibición pedagógica de preguntar por su pasado y sus estudios anteriores: no tenía nada ninguna escolaridad en su expediente, sólo su nombre. El día en que terminó el curso de mecánica comentó que era el primer papel de su vida. Fue muy importante. ¡Existía! En su etapa de adulto se encontró con otro problema de salud. Su corazón no estaba bien, lo tenía envejecido. El camino se complicaba. Pero tenía metas, y a pesar de sus errores, salió adelante, aspirando siempre a ser una persona “normal”. Cuando tuvo su primer trabajo con todas las de la ley, estaba muy contento: cotizaba SSO, como otros. Su jefa confiaba en él. “Tiene mal carácter, pero siempre dice la verdad, es honesto y cuida los vehículos”, comentó una vez. La calle le enseño a ser solidario. Solo no se sobrevive en ese medio. Y esa solidaridad la sembró. En los últimos años trabajó como taxista porque “con salario mínimo no se mantiene familia”, decía. Tal vez ese trabajo aceleró el cansancio de su corazón. Cuando salió de la calle, a los 17 años, el primero de su grupo que se salvó, tenía tres sueños: “Quiero una casa con porche y baño adentro; quiero un carro así tenga que empujarlo para que ande; quiero una familia”. Los tres sueños los cumplió. Le asustaba morir y que lo enterraran en una bolsa negra, “así pasa con los que no tienen familia. Y nadie va a sus velorios”. Pero ese no fue el final. Cuando lo enterramos, hace unos días después de sufrir un infarto fulminante a los 35 años, David pudo ver desde el cielo cuánto lo apreciaban sus vecinos, sus amigos del alma, sus hijos, su compañera por 16 años… “Era amigo de verdad… no le cobraba la carrera a las viejitas… nunca decía que no… nos aconsejaba…” Recogía lo que había sembrado entre gente sencilla. “Los niños dela calle son rescatables” dijo un día cuando apenas él salía de ese proceso. “Hay que decirle a los jóvenes que de eso se sale”, afirmó hace unos meses. Ese muchacho me enseñó que todo el mundo merece a veces más de una oportunidad. No me queda duda de que está en el cielo, sea lo que sea el cielo. Luisa Pernalete

1 de septiembre de 2015

El sueño no es la calle - Autor: Deanna Albano

Deanna Albano está participando en el 2do Concurso Amazon Autores Independientes que finalizó ayer 31 de Agosto. El libro se llama el Sueño no es la calle y se trata de historias de no ficción. Está disponible de forma gratuita (Por 30 días) en Amazon, para ser leido en Kindle Inline