Asociación Muchachos de la Calle

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29 de abril de 2010

El abuso sexual infantil ocurre más en familia que en la escuela

El abuso sexual infantil ocurre más en familia que en la escuela

El abuso sexual rompe de tal modo la inocencia infantil, que una de las señas más claras de que algo está pasando es que los niños empiezan a hablar como personas adultas. Estos niños y niñas parecen saber demasiado. Utilizan expresiones concretas o realizan gestos muy descriptivos, diferentes a los juegos sexuales típicos de los preescolares, que son motivados por la curiosidad.

La psicóloga Alejandra Sapene, de la Unidad de Psicología Padre Luis Azagra de la Universidad Católica Andrés Bello y docente de esa universidad, explicó que el abuso sexual se detecta a través de marcas físicas que suele percibir el pediatra o cuando se observa un conocimiento muy precoz. Aunque ahora se habla mucho de casos de abuso realizados por sacerdotes en colegios, lo más común es que el abuso sexual ocurra en la casa y que el agresor sea una persona muy cercana al entorno familiar.

En las escuelas, sin embargo, puede ocurrir que un adolescente abuse de alguien más chico. "Es frecuente que un adolescente que fue abusado de pequeño, repita eso con otros niños pero desde el punto de vista del agresor", explica.

(El Universal, pp. 3-5, 29/04 - Giulianna Chiappe)

26 de abril de 2010

En emergencia nuestros niños y adolescentes

En Venezuela tenemos entonces a los niños y adolescentes en emergencia, pues el propio gobierno nacional los ha agrupado en guerrillas amparados bajo una excusa de «guerrillas comunicacionales»

UNICEF ha declarado a los niños que viven en las peores circunstancias en el mundo, en emergencia. Casos de hambre y desnutrición, niños sometidos al trabajo, a la explotación sexual, a la falta de salud y otros más obligados a formar parte de una guerrilla, utilizar armas e incitarlos al odio.

En Venezuela tenemos entonces a los niños y adolescentes en emergencia, pues el propio gobierno nacional los ha agrupado en guerrillas amparados bajo una excusa de «guerrillas comunicacionales»

La guerrilla comunicacional está claro que no se trata solo de contrarrestar la información que no le gusta al régimen, es decir, las verdades que cubren los pocos medios independientes que quedan, sino lo que por detrás de ello está, esa otra verdad que ha existido en la Alemania de Hitler, en la Unión Soviética con Stalin, en la Italia de Mussolini, qué decir de la Cuba de los Castro, con las FARC en Colombia, sin duda que en la Nicaragua de Ortega y en la época dura de guerra de El Salvador y ahora tristemente, en la Venezuela chavista, más no de Chávez, porque para eso queda mucha tela que cortar.

En todos los casos mencionados ha existido la utilización de los niños en la ideologización, utilización de uniformes, en Alemania la camisa marrón, Italia la camisa negra, en la Unión Soviética y Cuba la bufanda o pañuelo rojo y en Venezuela uniformes militares con un motivo rojo, para identificar el color de la revolución.

Países que su historia recoge un doloroso y lamentable reclutamiento de jóvenes y niños para obligarlos a combatir, entrenándolos en los más versátiles usos de explosivos y todo tipo de armas, realizando labores de inteligencia, sometiéndolos a vejámenes de toda índole que pasa sin lugar a dudas por la explotación y por la violación sexual, en muchísimos casos.

Los diversos protagonistas del régimen han intentado darle giros, eufemismos imposibles de validar, hablar de lo necesario que es que los jóvenes aprendan a «interpretar» los medios de comunicación y hacer una buena lectura de ello; pero todos, incluso quienes están de parte del régimen saben perfectamente que nuestros jóvenes, que sus hijos, esos niños que tendrían que estar aprendiendo computación, idiomas, música, etc., están aprendiendo a hacer una guerra inútil, absurda, mentirosa que está en la cabeza del caudillo y que en cualquiera de los casos, no les interesa a los niños.

Las mentadas guerrillas tienen como «leiv motiv» un arma, frases como «apunten» y unos mensajes que no están nada claros para el resto de los mortales, posiblemente menos aún para los niños. Eso sí, este gobierno prohibió los juegos de guerra. ¿Sería porque algunos de ellos apuntaban al régimen?

Podríamos enumerar cientos de testimonios de niños utilizados en estas barbaries, recogidos por diferentes organizaciones alrededor del mundo, pero de lo que se trata es de alertar que estamos frente a una situación de gravedad, son nuestros jóvenes y niños quienes están en peligro, es el futuro de Venezuela que, seguro por instrucciones de cubanos, están siendo sometidos quién sabe a qué clase de lavado de cerebro; porque guerrilla, según la Real Academia de la Lengua Española es: «Partida de paisanos, por lo común no muy numerosa, que al mando de un jefe particular y con poca o ninguna dependencia de los del Ejército, acosa y molesta al enemigo». Otra: «Pedrea, combate a pedradas entre dos grupos de muchachos».

No hay nada que pueda disimular la intención de estos grupos, mejor dicho, de quienes los dirigen y los han creado; lo que si hay es una inmensa complicidad de funcionarios, de ministros para complacer al amo y ojalá no sea de padres y representantes que algún día tengan que arrepentirse por permitir el uso de armas a los niños; por ahora, es el peso grosero e indiscriminado de un Estado que pretende hacer por obligación lo que no ha logrado ni logrará jamás hacer por convicción. Venezuela ha demostrado con creces que es un país pacífico, los niños y jóvenes son nuestro patrimonio, pero están en emergencia.

Elsy Manzanares


22 de abril de 2010

Desempleo se acentuó en marzo en jóvenes entre 15 y 24 años


Un total de 185.856 venezolanos y venezolanas han quedado desempleados entre marzo de 2009 y el mismo mes de 2010, de los cuales 63.145 son adolescentes y jóvenes entre los 15 y los 24 años de edad.

Este segmento es el más afectado por los niveles de desocupación, pues en dicho grupo el indicador aumentó 3,7% en los últimos doce meses, según los datos que divulgó ayer el Instituto Nacional de Estadística.

(El Mundo, pp. 11, 22/04 – Juan Pablo Arocha)


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